“Todo lo que contribuye a la guerra es contrario al espíritu de la civilización”
La guerra es el reinado de la violencia. La violencia y la civilización se excluyen. Si la guerra es la barbarie…¿Cómo llamar civilizada una época que practica esta forma de barbarie? Esa forma de barbarie que no contenta con ultrajar todos los ideales, los pone a su servicio, deshonrándolos…el ideal de la patria, el ideal de la libertad, el ideal de la justicia, todos…¡hasta el ideal de Dios! Como en los tiempos ya remotos, la espada se encarga de cortar aquello que no puede resolver. Fue para salvar la civilización, para salvar el derecho y para fundar la justicia que se hizo la guerra. Pero, ¿qué ha pasado con la libertad, el derecho y la justicia? La guerra actual, al traicionar la justicia, el derecho y la libertad, traicionará la esperanza, traicionará la muerte, después de haber traicionado infamemente la vida.
La guerra nunca ha resuelto problema alguno, pero los ha planteado todos. La guerra jamás ha creado cosa alguna, sin embargo lo ha destruido todo. La guerra nunca ha fundado pueblo alguno, pero lo ha arrasado todo. A dondequiera que volvamos la vista, es la fuerza la que impera. Esto conturba y desconcierta hasta el punto de dudar si el hombre es un animal hecho para la civilización o si la civilización es un estado violento del hombre, en cuya visión nunca mueren las visiones salvajes de la selva; en cuya alma ruge perpetuamente la selva y en cuyo corazón nunca mueren las pasiones violentas de la selva.
El terrorismo desatado en sus formas más violentas y en sus actitudes, las más retardatarias, es algo verdaderamente desalentador para el espíritu humano. Esa deserción en masa de las fuerzas espirituales que se creían haber sido las vanguardias y el amparo de la libertad, desalienta al mundo, lo desequilibra y lo lanza en este mar de angustias en que actualmente vive. El mundo siente que se ahoga en la barbarie y parece resignarse a morir tristemente en ella.
La guerra vive, la guerra impera, la guerra continúa en asolar el mundo. Su alarido desesperante llena los ámbitos de la tierra y los que debiéramos ser los mensajeros de la paz, no podemos sino ser mensajeros de angustia y de dolor. Los usufructuarios de la victoria la evocan, la defienden y dicen ser sus sacerdotes. Y, como siempre, en nombre de Dios se degüella al hombre. El mundo tiene progreso y no tiene civilización y por eso ve el horror de los horrores…la barbarie poniendo a su servicio todos los elementos del progreso para herir de muerte a la civilización.
La invasión de Irak le está probando al mundo que la civilización no es sino una palabra; una de esas miserables utopías que el charlatanismo de cierta épocas, entroniza en la conciencia epicúrea de ellas, coronándolas con los atributos de la verdad. El mundo, en su arlequinismo utopista, confunde lamentablemente la civilización con el progreso; cree que el espíritu se ha purificado, porque su cuerpo se hunde en los refinamientos de la más baja concupiscencia; se cree civilizado, porque es refinado. Cuando observamos los acontecimientos de los últimos días, nos damos cuenta de que el mundo se conserva bárbaro, absolutamente bárbaro, bajo su engañosa apariencia de mundo civilizado.
“El hombre primitivo vive en el hombre del Siglo XXI, que no se diferencia del hombre de las cavernas, sino en que sabe cubrir la desnudez de su cuerpo, arropando con la mentira, la desnudez de su alma"
Gracias por visitar el blog! saludos a mi compa Guillermo Jasso que tuvo la gentileza de invitarnos unos alipuses este fin de semana.
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